Como ya sabemos, Lale admira profundamente a su escritor (que desde ahora podríamos llamar Sues. O mejor Suez, como el canal).
Como veníamos diciendo, Lale admira tanto a Suez, que sería capaz de cualquier cosa con tal de que él la mirara y le prestara algo de atención. Lale, en primera instancia, se conformaba con que Suez supiera que existía (pero no esa existencia que desaparece en la ausencia, sino aquella que permanece en el pensamiento del otro). En segunda instancia, Lale ya no se conformaba. No señor, quería existencia y presencia, de aquí a la Eternidad.
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