22.6.11

La lectora III - Leyendo a Oliverio

Como si jugara al Literati, pero sin tener que ir a buscar ningún libro, el azar le llevó a la lectora las palabras clave que estaba necesitando, que esperaba leer:
"Se me hizo evidente que yo era un incompetente de la seducción... A la vez, si alguien de nosotros podía volverse competente en esa materia prehistórica y gutural, el indicado era yo... Quizás fuera un hombre destinado a los enseres sensuales y no hubiera tenido oportunidad de saberlo y cebarme en el oficio. Traté de atajar el pensamiento y me convencí de que una victoria de cualquier índole sería gradual. El atropello, la insumisión, la impaciencia, actuarían como potencias contraproducentes que dejarían campo libre a mis dos colegas todavía dormidos."
Cerró Los invertebrables un momento y meditó: ¿ella no sería como ese personaje tullido, cuyas experiencias acerca de la vida se restringían a lo que la Enciclopedia le informaba? Probablemente. Y más probablemente fuera como ese personaje que, además de tullido, creía que podía reemplazar todas sus carencias con su capacidad para dominar las palabras.
Dos cosas tenía claras: no debía apresurarse, porque la concreción de sus deseos dependía del trabajo lento y riguroso, y cualquier paso en falso le daría el lugar a esa/s otra/s que acechaban; la confianza en el éxito era consustancial a éste.
Dos cosas le preocupaban: ¿sus "colegas" estarían dormidas o, por el contrario, más despiertas que nunca? y ¿cómo hacer, en tal caso, para anularlas?

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